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jueves, 22 de marzo de 2012

PARÍS


LOS GRANDES ARQUITECTOS DEL HIERRO COLADO

A pesar de la oposición que encontró el hierro entre los artistas académicos, hacia mediados de siglo surgen ya grandes arquitectos y constructores capaces de ofrecer auténticas obras maestras sin ocultar el empleo de los nuevos materiales.
        
Hector Horeau (1801-1872) fue un gran precursor que no pudo llevar a cabo ninguno de sus proyectos (como un gran paraguas metálico para la construcción de “Les Halles Centralles”, similar al que luego Labrouste utilizará en la Biblioteca de Sainte-Geneviève), pero su influencia posterior parece haber sido considerable.
        
Por su parte, Henri Labrouste construye entre 1843-1850 la Biblioteca de Sainte-Geneviève en París, donde por primera vez un edificio público está construido en hierro fundido y en hierro forjado desde los cimientos hasta las cubiertas; pero la obra maestra de Labrouste fue la Biblioteca Nacional .  
       
Comenzada en 1868 y terminada diez años después, cuando el arquitecto ya había fallecido: la sala de lectura está constituida por cúpulas de cristal, sostenidas por finas columnas de 9 metros de altura; y si aquí hay todavía recuerdos formales tradicionales, en el depósito de libros se preocupa solamente de la función, haciendo una obra en la que el hierro carece de toda inútil ornamentación.

LAS EXPOSICIONES UNIVERSALES

Donde todas estas tendencias triunfan y se consagran es en los edificios de las Exposiciones Universales. La primera fue inaugurada en Londres en 1851, y el edificio destinado a ella debía satisfacer dos aspiraciones fundamentales: expresar las conquistas de la industria moderna y poseer una gran amplitud y diafanidad. Ambas fueron satisfechas por Joseph Paxton (1803-1865) que fue capaz de levantar en seis meses el Palacio de Cristal
                                                                            
Construido con 3.300 columnas de hierro y 300.000 láminas de vidrio. La idea formal procede de los invernaderos, campo en el que Paxton era un especialista, pero lo más importante radica en la aplicación a gran escala de elementos prefabricados y de formas modulares; eso permitió reducir la construcción a un problema de montaje similar al que se plantea con otros productos industriales.

Las Exposiciones Universales se repitieron en distintos lugares de Europa y América y con ellas crecieron los alardes arquitectónicos de hierro y cristal, alcanzando su mayor expresión en la Galería de las Máquinas, que Conttancin y Dutert construyeron para la Exposición Universal de París del año 1889. Un gran salón de 115 x 420 metros fue creado mediante un sistema de arcos de hierro que descansaban en 40 pilones de grosor disminuido en la parte inferior, todo ello cubierto sin ningún apoyo intermedio.


Toda esta arquitectura metálica estaba destinada a encontrar un símbolo de proyección universal y permanente, con la torre que el ingeniero Gustave Eiffel (1832-1923) construye para la misma exposición de 1889; en conjunto la torre resultó en monumento paradójico: construida con piezas prefabricadas de hierro, era fiel expresión de una mentalidad pragmática (de ahí el rechazo de que fue objeto por parte de los académicos y puristas), pero su misión no era utilitaria, sino representativa: la forma, la función y el material no se pueden disociar fácilmente, pero la construcción de Eiffel demuestra que no hay tanta distancia entre la supuesta arquitectura “inútil” de los arquitectos historicistas y la supuesta arquitectura “útil” de los ingenieros constructores


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