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jueves, 29 de marzo de 2012

ROMA

LA EUROPA DEL BARROCO

En el siglo XVII, el poder político de los monarcas se fortaleció dando lugar a las monarquías absolutas. El absolutismo se generaliza en Europa durante los siglos XVII y XVIII  con la excepción de Inglaterra y Holanda, fortaleciéndose con el despotismo a comienzos del S. XVIII. Este poder absoluto tuvo su justificación teórica: los teólogos consideraron que el rey lo era "por la gracia de Dios" y los juristas amparándose en la tradición del derecho romano, consideran al rey la "Ley Viviente" y el señor de señores.  Bossuet será el principal defensor teórico del absolutismo. 

Las potencias hegemónicas de este periodo son Francia y Austria. La guerra de los 30 años (1618-1648), en la que se enfrentan los príncipes protestantes alemanes apoyados por Dinamarca, Suecia y Francia con los austríacos católicos apoyados por España finalizó con la Paz de Westfalia, que inicia la hegemonía francesa en Europa bajo los Borbones.

A nivel económico, la teoría imperante será el Mercantilismo, un auténtico “nacionalismo” económico que reforzaba el nacionalismo político hasta hacer posible a las propias monarquías absolutas. El siglo XVII es un siglo de estancamiento en la agricultura y la industria. En el S. XVIII el comercio colonial inglés, francés y holandés con América y Oriente, permite un respiro económico a estos estados.

Aunque las estimaciones calculan para Europa a finales del siglo XVI entre 70 y 80 millones de habitantes, en el XVII el crecimiento se estanca debido con fluctuaciones positivas o negativas según la frecuencia y gravedad de las crisis. El 80% vivían en el campo, de donde salieron emigrantes hacia las ciudades o territorios americanos.  La esperanza de vida era escasa. Las epidemias, las hambrunas, la deficiente alimentación tanto en calidad como en cantidad, la falta de higiene contribuyeron a ello.

La sociedad tiene una estructura estamental.  La nobleza, el clero y el estado llano tendrán unas funciones propias, un estatuto jurídico particular y en consecuencia una mentalidad determinada: nobleza y clero privilegiados con oficios reservados exenciones fiscales e instituciones que garantizan su influencia a través del poder territorial (mayorazgo); el tercer estado que incluye al resto de los súbditos coincide en su condición de excluidos de la participación política, su deplorable situación socioeconómica provocó levantamientos e insurrecciones en las crisis de subsistencias o por el aumento de las cargas fiscales.  No obstante, hubo cierta movilidad social al buscar los burgueses, que se enriquecen con sus negocios comerciales y financieros, ingresar en el estamento nobiliario mediante matrimonios favorables o compra de títulos.

En el ámbito científico y cultural es un periodo fructífero, Galileo funda la ciencia moderna, Newton trabaja en los ámbitos de las matemáticas, mecánica, astronomía y la óptica, Descartes, Spinoza y Leibniz desarrollaron el racionalismo. 

En Inglaterra destacan los empiristas como Bacon y Hume, mientras que en el terreno de la ciencia política Hobbes y Locke intentan formular teorías políticas que se fundamenten racionalmente en el concepto de naturaleza humana y mantienen que el Estado debe constituir un poder moderador que sirva para garantizar los derechos a la vida, la libertad y la propiedad.
El teatro cobró un nuevo impulso dirigiéndose a un público muy variado: minoritario en Inglaterra y popular en España.  Destacan Corneille, Racine, Moliere, Shakespeare, Lope de Vega y Calderón de la Barca. 

El barroco al servicio de la contrarreforma

La crisis religiosa del siglo XVI provocó una revisión de toda la herencia espiritual de la Edad Media.  La Reforma representa una ruptura con esa herencia y un retorno a las fuentes del Cristianismo.  A lo que se vuelve es a la Biblia y a la tradición de los doctores, a la fraternidad de los fieles y no a la jerarquía de la Iglesia.  La Contrarreforma renovó la vida cristiana y la espiritualidad como había intentado hacerlo la Reforma mediante una Iglesia romana depurada ligada a cuento auténtico y ortodoxo había contenido el pasado.  Por ello serán proclamados el culto de la Eucaristía, la intercesión de los santos y la obligación de venerar sus imágenes, ocupando un lugar excepcional la Virgen, lo cual va a preparar la afirmación de nuevos dogmas (Inmaculada Concepción y Asunción), la primacía de la cátedra de Pedro y la autoridad del Papa.

El Concilio de Trento (1645-1663) fue un concilio de italianos y españoles en el que se reanimó el arte religioso a base de mantener disponibles algunas lecciones formales del arte renacentista.  El concilio se refirió extensamente a lo que debía hacerse desaparecer de las Iglesias: imágenes lascivas, profanas o aquéllas que amenazaran descarriar los espíritus.  El Concilio preparó un carácter brillante al arte religioso, a la Iglesia le convenía afirmar las verdades dogmáticas del Concilio aunque fuera a base de grandiosas manifestaciones de culto público.  Este estilo litúrgico, de carácter jubiloso inclinaba a las almas a transmitir su alegría interior mediante cánticos y actitudes, pero no se trataba de un estilo inventado para impresionar las imaginaciones sino de un estilo triunfal que representaba una nueva forma de expresar la oración. La Compañía de Jesús se convertirá en la valedora intelectual de la Contrarreforma.

Buena parte de la sociedad europea del siglo XVII tenía sus estructuras mentales regidas por la religión. El trabajo, regulado por la luz del día y en el campo, por las estaciones, también lo es por las fases del año litúrgico.  La organización de la vida diaria gira en torno a la normativa religiosa además la debilidad de las técnicas deja a los hombres desguarnecidos ante calamidades naturales. Esta inseguridad general preparó a las almas para solicitar la intercesión de las fuerzas espirituales, la Contrarreforma, al multiplicar las imágenes pretendió orientar hacia la doctrina una inquietud que de otro modo habría derivado fácilmente hacia la magia.  Esta religión de las imágenes guardó especial conformidad con el gusto de España y los modelos españoles se difundieron por los países católicos.  La imagen debe enternecer o apaciguar, debe enseñar pero perturbando el corazón, y en ninguna parte perecen suficientes ni aptas para el fin buscando la mesura clásica o la armonía platónico.  El culto de los santos se encontró asociado con un clima de prodigio y de realismo que la libertad del Barroco debía evocar y satisfacer mejor.

El barroco al servicio del poder político

Entre los valores civiles que favorecieron la suntuosidad barroca, hay que considerar la institución monárquica y el lujo que los príncipes creían necesario para su prestigio.  La idea de rodear con boato la majestad real adquirió más consistencia a medida que se fueron formando grandes estados en Francia, Inglaterra y España, buscándose el ejemplo de las Cortes italianas que retenían a los artistas junto a sí.  Existió la convicción de que el poderío sólo es perfecto si se manifestaba ante los ojos de todos mediante el brillo del escenario en que se ejercía. Existe, por lo tanto, el propósito de deslumbrar, la voluntad de parecer fastuoso, por razones de conveniencia política.  Paralelamente al gran esfuerzo de los argumentos extraídos del derecho y de la historia, se desarrolla la resolución de conmover las sensibilidades mediante la grandeza del espectáculo real.

jueves, 22 de marzo de 2012

PARÍS


LOS GRANDES ARQUITECTOS DEL HIERRO COLADO

A pesar de la oposición que encontró el hierro entre los artistas académicos, hacia mediados de siglo surgen ya grandes arquitectos y constructores capaces de ofrecer auténticas obras maestras sin ocultar el empleo de los nuevos materiales.
        
Hector Horeau (1801-1872) fue un gran precursor que no pudo llevar a cabo ninguno de sus proyectos (como un gran paraguas metálico para la construcción de “Les Halles Centralles”, similar al que luego Labrouste utilizará en la Biblioteca de Sainte-Geneviève), pero su influencia posterior parece haber sido considerable.
        
Por su parte, Henri Labrouste construye entre 1843-1850 la Biblioteca de Sainte-Geneviève en París, donde por primera vez un edificio público está construido en hierro fundido y en hierro forjado desde los cimientos hasta las cubiertas; pero la obra maestra de Labrouste fue la Biblioteca Nacional .  
       
Comenzada en 1868 y terminada diez años después, cuando el arquitecto ya había fallecido: la sala de lectura está constituida por cúpulas de cristal, sostenidas por finas columnas de 9 metros de altura; y si aquí hay todavía recuerdos formales tradicionales, en el depósito de libros se preocupa solamente de la función, haciendo una obra en la que el hierro carece de toda inútil ornamentación.

LAS EXPOSICIONES UNIVERSALES

Donde todas estas tendencias triunfan y se consagran es en los edificios de las Exposiciones Universales. La primera fue inaugurada en Londres en 1851, y el edificio destinado a ella debía satisfacer dos aspiraciones fundamentales: expresar las conquistas de la industria moderna y poseer una gran amplitud y diafanidad. Ambas fueron satisfechas por Joseph Paxton (1803-1865) que fue capaz de levantar en seis meses el Palacio de Cristal
                                                                            
Construido con 3.300 columnas de hierro y 300.000 láminas de vidrio. La idea formal procede de los invernaderos, campo en el que Paxton era un especialista, pero lo más importante radica en la aplicación a gran escala de elementos prefabricados y de formas modulares; eso permitió reducir la construcción a un problema de montaje similar al que se plantea con otros productos industriales.

Las Exposiciones Universales se repitieron en distintos lugares de Europa y América y con ellas crecieron los alardes arquitectónicos de hierro y cristal, alcanzando su mayor expresión en la Galería de las Máquinas, que Conttancin y Dutert construyeron para la Exposición Universal de París del año 1889. Un gran salón de 115 x 420 metros fue creado mediante un sistema de arcos de hierro que descansaban en 40 pilones de grosor disminuido en la parte inferior, todo ello cubierto sin ningún apoyo intermedio.


Toda esta arquitectura metálica estaba destinada a encontrar un símbolo de proyección universal y permanente, con la torre que el ingeniero Gustave Eiffel (1832-1923) construye para la misma exposición de 1889; en conjunto la torre resultó en monumento paradójico: construida con piezas prefabricadas de hierro, era fiel expresión de una mentalidad pragmática (de ahí el rechazo de que fue objeto por parte de los académicos y puristas), pero su misión no era utilitaria, sino representativa: la forma, la función y el material no se pueden disociar fácilmente, pero la construcción de Eiffel demuestra que no hay tanta distancia entre la supuesta arquitectura “inútil” de los arquitectos historicistas y la supuesta arquitectura “útil” de los ingenieros constructores


jueves, 15 de marzo de 2012

SEVILLA

Al mismo tiempo que el historicismo obsesiona a los arquitectos tradicionales, se imponen nuevas necesidades constructivas. La población aumenta considerablemente y con ella aumentan también las vías férreas, los puentes colgantes, las estaciones, las fábricas, mercados etc. Para satisfacer todas las necesidades hay que construir mucho, muy deprisa y a precios moderados. Estos problemas exigen soluciones atrevidas que sólo pueden encontrarse utilizando los nuevos materiales y desprendiéndose de los viejos prejuicios formales heredados de la tradición académica. La arquitectura más interesante del siglo XIX, es, por eso, la que se vincula a la industria y al progreso técnico.

Ya en las últimas décadas del siglo XVIII surgen las primeras obras en hierro colado o fundido. Se trata de edificios utilitarios como el Puente de Coalbrokdale, el Puente de las Artes de París y el de Austerlitz. A medida que avanza el s.XIX los arcos van siendo cada vez más amplios y las formas más atrevidas; poco a poco los ingenieros abandonan los residuos “decorativos” que impedían el desarrollo de la nueva estética industrial. No obstante, se va generando una disociación entre el técnico y el artista que va a ser frecuente a partir de este momento, y estará determinada por un malentendido difícil de despejar. Los arquitectos se consideran a si mismos creadores de belleza y no se preocupan de conectarse con las realidades y las necesidades de su siglo; los ingenieros, por su parte, creen que su único cometido es solucionar problemas, ser “útiles”, sin preocuparse de que con sus soluciones crean espacios que pueden influir positiva o negativamente en la sensibilidad y en la felicidad de los hombres.
        
Pero los ejemplos mencionados no son sólo importantes porque en ellos se utiliza el hierro para solucionar problemas tradicionales; lo más trascendente es que, por primera vez en la historia de la arquitectura, tal material se utiliza en abundancia, dejándolo a la vista, manejándolo como un elemento expresivo que no es necesario (o no se quiere) enmascarar.
        
La nueva cultura arquitectónica del hierro cuenta con referentes teóricos en Francia: primero se crea el Cuerpo de Ingenieros del Estado y a partir de la segunda mitad del s. XVIII se crean las primeras escuelas especializadas: en 1750 la Escuela de Puentes y Alzados, en 1794 la Escuela Politécnica de París.
        
En 1795 se introduce el Sistema Métrico Decimal (con el que quedan abolidas las mediciones clásicas y antropomórficas, cambiando pues el sistema de proporciones) y la geometría descriptiva.
        
A pesar de todas estas cuestiones, el hierro no será, hasta finales del s. XIX, admitido como material de construcción en arquitectura.

Dentro de estos primeros teóricos podemos señalar:

-   J. R. Perronet (1708-1794). Formado inicialmente como arquitecto y luego como ingeniero civil, deduce que la anchura de los pilares podía ser solo 1/10 parte del tramo que tenían que soportar (con anterioridad a sus estudios se utilizaba 1/5 del tramo, por lo que las construcciones de puentes era más una cuestión de bóvedas que de materiales y de resistencias).

-   J. F. Blondel (1705-1784). Utiliza por primera vez el término punto de apoyo, aglutinando los términos columna, pilar o pilastra, abandonando radicalmente el canon y el orden clásico.

-  Duran (1760-1834). Arquitecto y profesor de la Escuela de Ingeniería, elimina definitivamente cualquier cualidad simbólica de la concepción arquitectónica, limitando la construcción a los MODULOS (módulo reticular) que permite ensamblar distintas tipologías. Ese módulo permite la estandarización de la arquitectura.


CARACTERÍSTICAS GENERALES:

-  Factores:
§  Ciencia: partiendo de los paradigmas de la mecánica de Newton (causa-efecto) como modelos de toda actividad científica y mecánica (“Cualquier proceso puede reducirse a la relación de sus elementos”)
§   Industria: economía, compatibilidad, estandarización...
§   Mercado: la producción debe salir al mercado y por tanto obtener mayores beneficios para la empresa
-   Funcionalidad: (hasta el s. XIX no podemos hablar de “tipologías” arquitectónicas, a excepción de Roma); ahora aparecen nuevas tipologías: mercados, grandes almacenes, estaciones...)
-   Racionalidad: la arquitectura del hierro presenta TODOS sus elementos constitutivos y la relación de esos elementos nos conforma el proceso
-   Sinceridad: en las formas y en los volúmenes
-   Prefabricación: favorece la uniformidad y la compatibilidad (piezas seriadas)
-   Ensamblaje
-   Estandarización
-   “Arquitectura” sobre catálogo
                  


        

PARÍS


Una constante de todo el arte neoclásico es la crítica, que se convierte en condena, del arte inmediatamente precedente, el Barroco y el Rococó. Se condenan los «excesos» sin medida, el abandono del arte en manos de la imaginación, a la que corresponde el virtuosismo técnico que «realiza» todo lo imaginado. (...). La cultura barroca es la última clásica; los críticos del Barroco quieren corregir la exageración y la deformación del clasicismo, separar el clasicismo-teoría del clasicismo-imaginación. Si el arte tiene una propia ley racional, si es autónomo, no puede ser instrumentalizado por la autoridad política o la religiosa en beneficio del poder. (...) Incluso cuando representa temas religiosos o construye iglesias, el arte no es religioso, sino civil: representa temas sacros y construye iglesias porque tal es la demanda de la sociedad y el arte, en definitiva, es un servicio social. ... El objetivo del arte es lo bello. 

La elevación de lo clásico a la categoría de modelo no refuerza la continuidad histórica entre lo antiguo y lo moderno sino que la anula. El Barroco es todavía un desarrollo de la cultura clásica; la vuelta a lo 

clásico puro trunca este desarrollo. El arte neoclásico no es historicista: de hecho se producirá una reacción historicista contra el no-historicismo neoclásico. Se propone lo clásico a la admiración y a la imitación. 

El arte neoclásico quiere ser arte moderno, comprometido a fondo con la problemática de su tiempo. (...) Los arquitectos neoclásicos saben que un nuevo orden social exige un nuevo orden de la ciudad y todos sus proyectos se inscriben en un plano de reforma urbanística. La nueva ciudad deberá tener, como la antigua, sus monumentos; pero el arquitecto deberá preocuparse también del desarrollo social y funcional. Se construyen iglesias a modo de templos clásicos, pero también escuelas, hospitales mercados, aduanas, puertos, cuarteles, cárceles, almacenes, puentes, calles, plazas. 

Los escultores y los pintores trabajan para la ciudad: estatuas, adornos, grandes representaciones históricas que sirvan de ejemplo a los ciudadanos. Y prefieren sobre todo el retrato, un modo de analizar y aclarar la relación entre la naturalidad (sentimiento) y la sociabilidad (deber) de la persona. ... El arte neoclásico acompaña la transformación de las estructuras sociales con la transformación de las costumbres. El Neoclasicismo no está rígidamente unido a la ideología revolucionaria, aunque se dé el caso de que el arte del tiempo de la revolución y del imperio neoclásico. (...) De hecho, el Neoclasicismo, como estilo, no tiene una propia caracterización ideológica, está disponible para cualquier demanda social. 

Al ideal barroco de la técnica «virtuosa» le sucede el ideal neoclásico, de la técnica rigurosa; ... A la imaginación barroca le sucede la ideación neoclásica; que aún es una imaginación, si se quiere, pero que uniforma sus propios procedimientos con los de la razón. La verdadera técnica del artista es la de proyectar, todo el arte neoclásico está rigurosamente proyectado. La realización es la traducción del proyecto mediante instrumentos operativos que no son exclusivos del artista, sino que forman parte de la cultura y del modo de vivir de la sociedad. En este proceso técnico-práctico de adaptación se elimina por fuerza el toque individual, la arbitrariedad genial del primer hallazgo, pero en compensación la obra adquiere un interés directo para la colectividad y cumple esa tarea de educación cívica que la estética iluminista le asigna al arte, en lugar de su antigua función religiosa y didascálica. Era un sacrificio que la ética de la época consideraba necesario; no se puede fundar una sociedad libre y ordenada sin limitar el arbitrio individual, aunque sea de un genio. El artista ya no aspira al privilegio del genio, sino al rigor del teórico; no da al mundo hallazgos admirables sino proyectos realizables. (...) 

En la arquitectura, el principio de la correspondencia de la forma con la función estática lleva al cálculo de los pesos y las tensiones, al estudio de la resistencia intrínseca de los materiales. Es precisamente la arquitectura neoclásica la que experimenta los nuevos materiales y revaloriza, en el plano estético, la investigación técnico-científica de los ingenieros. En las artes figurativas, la base de todo es el dibujo, el fino trazo lineal, que sin duda no existe en la naturaleza ni se da en la percepción de lo real, pero que traduce en cognición intelectual la noción sensorial del objeto. (...) Se quiere educar en la claridad absoluta de la línea, que reduce a lo esencial y no da lugar al probabilismo de las interpretaciones. 

Aunque la transformación del arte realizada por la cultura iluminista se dé en un lapso de tiempo que cubre casi todo el siglo XVIII sólo se puede hablar de auténtico Neoclasicismo a partir de la mitad del siglo, tras la teorización de Winckelmann y de Mengs; su fase culminante, de expansión por toda Europa e incluso por los Estados Unidos de América, es la que va desde principios del siglo XIX hasta el final del Imperio, y toma el nombre, precisamente por ello, de «estilo imperio». 
 Giulio Carlo Argán. El arte Moderno

jueves, 16 de febrero de 2012

ROMA

La metáfora del “teatro del mundo” recorre todo el barroco, es decir, la época que se extiende desde finales del s. XVI hasta muy avanzado el s. XVII. Es una época marcada por grandes contradicciones: ser y parecer, ostentación y ascetismo, poder y debilidad. Estas podrían ser las constantes antagónicas del período. La autoescenificación del soberano, tanto si se trataba del Papa como del Rey, constituía al mismo tiempo un programa político. El ceremonial, las acotaciones de este “teatro universal”, era el espejo de un orden superior, supuestamente de origen divino. Este va a ser pues, el paradigma sobre el que se desarrolla todo el arte barroco: el Concilio de Trento (la Iglesia de la Contrarreforma) y las Monarquías Absolutas.

El arte del barroco presenta con frecuencia formas desconcertantes. Frente a la ostentación material desbordante está la seriedad profunda de la fe, frente al disfrute desinhibido de los sentidos está la conciencia de la inevitabilidad de la muerte. El lema “Memento mori”, “Recuerda que has de morir”, es el leitmotiv de una sociedad acosada por problemas existenciales y el arte barroco se dirige siempre a los sentidos del espectador. Su pathos teatral, su ilusionismo y el dinamismo de sus formas pretenden impresionar, convencer, así se explica que con frecuencia se perciba como un algo exaltado, efectista y hasta ampuloso.

El termino barroco, se registra todavía en el Diccionario enciclopédico de Meyer (1904) aplicado a la perla como: “irregular, raro, extravagante”. Para Joachim Winckleman la época del barroco no representaba más que una “agitación febril”. Jacob Burckhardt destacó la dependencia de la arquitectura de los siglos XVII y XVIII como dependiente de la riqueza de las formas del Renacimiento y calificó dicha transición (del Renacimiento al Barroco) como la “degradación de un dialecto”. En 1875, cambiando de actitud, reconocía: “Mi respeto al Barroco crece de hora en hora y me siento inclinado a considerarlo como el verdadero final y principal resultado de la arquitectura viva”.

Si durante el Quattrocento y parte del Cinquecento el principal centro de irradiación de todas las manifestaciones artísticas fue la ciudad de Florencia, a finales del s. XVI y durante todo el siglo XVII la Roma papal fue, sin duda, la capital de las nuevas formas.

La política pontifica de construcciones tuvo siempre un objetivo claro. Así, con sus edificios de grandes proporciones, similares o superiores a los monumentos de la Antigüedad, la arquitectura debía reflejar la auctoritas ecclesiae. Así mismo, los espectáculos grandiosos, spettacoli grandiosi, debían confirmar y devolver la fe a quienes no tenían seguridad en ella. El segundo objetivo de la política pontificia de construcciones era el de asegurarse la fama póstuma personal.

Se desarrolla así la renovatio Romae de los papas Julio II y León X, determinada por un desmedido afán de poder y a la vez de ostentación, afectando sobre todo a San Pedro, edificio que en el fondo provocó la aparición de la Reforma protestante y a partir de ahí, un nuevo concepto urbanístico en lo que respecta al plano de la ciudad barroca: la creación de profundas perspectivas viales con obeliscos y la proliferación de villas y parques entre el núcleo urbano y la antigua muralla Aureliana.

Esta auctoritas ecclesiae vendrá determinada desde la misma clausura del Concilio de Trento (1545-1563), es decir, con la Contrarreforma. Bajo el papado de Pablo V (1605-1621) se aprobaron los estatutos de la Compañía de Jesús de San Ignacio de Loyola. El 22 de mayo de 1622 Gregorio XV canonizaba a Ignacio de Loyola, Teresa de Ávila, Felipe Neri y Francisco Javier. Es una fecha de valor simbólico, del triunfo definitivo de la contrarreforma, que refleja el fin del período de transición y el inicio de una fase de cincuenta años de duración del denominado barroco pleno.

Para los protestantes, el hombre nada puede hacer para recibir la gracia de Dios. El hombre trabaja porque el pecado original le ha condenado a trabajar, pero sus obras no lo salvan. Por el contrario, la Iglesia católica proclamaba su convicción de que Dios había puesto en manos de los hombres los medios para aspirar activamente a su salvación. Es la Iglesia la que conduce al hombre a la salvación y por tanto las manifestaciones artísticas estarán a su servicio. Este concepto, junto con la demostración de poder político vinculada a las Monarquías Absolutas (como defiende Bossuet, por designio y origen divino) son la justificación y el sentido de todo el arte barroco.

jueves, 12 de enero de 2012

SEVILLA



DIEGO DE SILVA Y VELÁZQUEZ


1ª ETAPA. Sevilla

- Taller de Pacheco
- Estilo de Caravaggio, que conoce en el taller, dominio del natural, consiguiendo la representación del relieve y de las calidades matéricas, sirviéndose del tenebrismo con una fuerte luz dirigida a acentuar los volúmenes.
                            - Vieja friendo huevos
                            - El aguador de Sevilla
                            - Cristo en casa de Marta
                            - La Inmaculada Concepción
                            - La adoración de los Magos.
(en todos utiliza una técnica de pasta densa y modeladora, con dibujo preciso y detallado y modelado duro, casi escultórico; tonos terrosos, tierras y ocres, rojos cálidos y sombras que inciden más aún en el tenebrismo).

2ª ETAPA. La Corte (1623-1629)

Influencia del Conde Duque de Olivares; primer viaje en 1622 donde realiza el Retrato de Luis de Góngora. En 1623 se introduce en la Corte gracias al aval de su obra sevillana, el apoyo de Pacheco y la protección de Conde Duque.
                   - Retrato de Felipe IV (perdido). Le sirve para el nombramiento de Pintor de Cámara, lo que le librea de toda clientela que no sea el monarca y le posibilita estar en contacto con las obras de las colecciones reales y el conocimiento de la pintura veneciana que se traduce en una evolución a tonos más claros, azules y grises.
                   - 1628. Conoce a RUBENS
- retratos de Felipe IV
                            - Los Borrachos o Triunfo de Baco
(recuerdo de la época sevillana en el interés por objetos de uso cotidiano, pero con una técnica más ligera y más libre)     

 3ª ETAPA. Primer viaje a Italia (1629-31)

Venecia y Roma, donde se vivía la polémica del naturalismo y el clasicismo, que representaba la línea romano-boloñesa de GUIDO RENI y GUERCINO, más la presencia de POUSSIN. Durante este perído completa su formación.
                            - La fragua de Vulcano
(las obras de este período son más academicistas, demuestra el dominio del desnudo y expresa los “afectos”, los movimientos del alma; coherencia espacial; perspectiva geométrica y ordenación “renacentista”; fusión del rigor, equilibrio y razón del mundo boloñes conla sensualidad colorista veneciana)

4ª ETAPA. Afianzamiento cortesano (1631-49)
                  
- Decoración del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro, concebido como una exaltación de la monarquía:
- retratos ecuestres de Felipe III, Margarita de Austria, Felipe IV,  Isabel de Borbón y el príncipe Baltasar Carlos
                            - La rendición de Breda
                            - Retrato del Conde Duque de Olivares
                            - retratos de la familia real de caza.
         - Para la torre de la Parada en el Pardo:
                            - Marte
                            - Menipo y Esopo
- Los bufones: Calabacillas, El Niño de Vallecas, Pablillos de Valladolid
        
5ª ETAPA. Segundo viaje a Italia (1649-51)
           
Con la comisión encargada de adquirir obras de arte para las colecciones reales. Consigue obras de VERONÉS Y TINTORETTO.
                             - Retrato de Inocencio X
                            - Paisajes de Villa Medicis: la tarde y el mediodía, cuyas novedades residen en el hecho de ser paisajes pintados al aire libre, al natural, y con una pincelada muy libre, buscando, no las formas precisas, sino la “impresión” de la realidad que las cosas producen al contemplarlas.

6ª ETAPA. Últimos años de su vida (1651-60)

                            - La Venus del espejo
                            - Retratos de la Familia Real
                            - Las Meninas
                            - Las Hilanderas o La fábrica de Aracné